miércoles, 13 de febrero de 2013

LA MEDICINA


Desde tiempo inmemorial, a la humanidad le ha interesado encontrar métodos para evitar que la gente se muriese por tonterías. En tiempos de las cavernas, uno de los principales problemas de las tribus de cromañones era la elevada tasa de mortalidad: no era raro, por ejemplo, que los ancianos de la tribu (de una edad aproximada de 25 años) empleasen años de su tiempo en entrenar a un joven y prometedor cazador en las oscuras artes del acoso y derribo de mamuts, sólo para que en el día de su debut el joven y prometedor cazador pisase accidentalmente un cardo venenoso y se quedase tieso en el sitio. Como es natural, esto resultaba bastante frustrante para los ancianos.
A pesar de morir como moscas en la edad antigua, había mucho tiempo libre dado que aún no se había inventado la televisión, entre joven y joven los ancianos de la tribu se dedicaban a mezclar hierbas, malas hierbas y excrementos de animales con la esperanza de que alguno de ellos sirviese para algo, aunque sólo fuese para curar las verrugas. En un momento de inspiración, a un cromañón especialmente brillante se le ocurrió probar una de sus mezclas con el cazador agonizante de turno. Este se recuperó lo bastante como para dar un par de pasos y caerse al río, donde murió ahogado. El resultado fue considerado un gran éxito, incluso en los días de hoy.
Unos miles de años más adelante, en una península conocida como Grecia, la civilización había alcanzado cotas nunca antes vistas de desarrollo. Ahora los médicos griegos se enfrentaban a un nuevo problema: al griego medio, ciudadano participativo de la polis y conocedor de los ultimísimos avances de la ciencia y la tecnología, no se le podía seguir diciendo que la causa de su enfermedad se debía a un espíritu maligno que se había levantado de mal humor aquel día. Los miles de recetas cuidadosamente archivadas durante siglos por los médicos romanos cayeron en manos de los invasores. Como éstos no sabían leer latín, tuvieron que pasar cientos de años antes de que un eclesiástico consiguiese, tras años de ardua tarea, descifrar la letra de los sabios romanos. Desgraciadamente, al comunicárselo a sus superiores éstos decidieron que tal hallazgo debía de ser cosa del diablo, y quemaron los escritos en una pira junto con el desafortunado traductor.
 Evidentemente, pero algunos estudiosos como William Harvey o Miguel Servet captaron la idea y se dedicaron a investigar a escondidas en los depósitos de cadáveres. Esto propició un gran auge de la medicina de la época,
Algo más tarde, en el siglo XIX, el invento del microscopio óptico permitió a unos cuantos investigadores descubrir finalmente el truco y descartar definitivamente a los malos espíritus y las fuerzas de la naturaleza como causa de las enfermedades del ser humano. A partir de ahí, experimentando con trozos de pan mohoso Fleming consiguió desarrollar uno de los principales hallazgos de la medicina contemporánea: el insecticida. Debido a otros estudios  de la medicina

No hay comentarios:

Publicar un comentario